domingo, 10 de marzo de 2013

DEFIÉNDAME DIOS DE MÍ


                                Contra mí mismo peleo,
                                defiéndame Dios de mí.

                             (Cristóbal de Castillejo)


Entre muros de vidrio
y de papel, sangrientas láminas
de tinta agraz y vino
intraducible, voy recogiendo
cada furtiva noche alguna
palabra, algún rescoldo
de humildad o de olvido
con que pueda perder
mi lucha contra mí.

Yo imploro al miedo,
a la locura, al delincuente
corazón, para que no mancillen
este piadoso vértigo de tierra
podrida, esta borrosa efigie
del desdén, y que me dejen
desoír los oráculos,
andar a tientas hasta
poder llegar a equivocarme
impunemente, mereciendo
mi propia perdición.

Usurpadores panes, sucios
oros coléricos,
vaso y libro malditos,
libradme del laurel
alevoso, de la paz enemiga.

¿Quién eres tú
que osas profanar este inviolable
cerco de esclavitud: la mesa vil,
la sábana cobarde, los oficios
degradados del tiempo? ¿Para qué
tanta propiciatoria rebelión?
                                           Nunca
más, nunca más. Estoy solo
mirando las cenizas de la noche
indefensa, los rastros del azar
trunco en vida sin nadie.
Tumba y tesoro, duermo
conspirando conmigo, levantando
setenta veces siete
la bandera del miedo, la culpable
rapiña de los años.
                                  Madre
primera, búscame entre los hijos
de la ira, ciégame el pecho
injusto, restáñame este vidrio
desolado, este papel
escrito para nunca. Aquí
se yergue la equidad de mi derrota.
Defiéndame Dios de mí.
                               José Manuel Caballero Bonald